el orden de los factores altera el producto

 

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De Sentido común: el orden de los factores altera el producto.

 

“El orden de los factores no altera el producto” es una ley que rige parte de las matemáticas, pero ni siquiera allí es una ley absoluta; mucho menos con respecto a la vida humana: si queremos construir una casa no da lo mismo empezar por el techo, después las paredes, y por último los cimientos, ¡porque se nos puede caer en la cabeza!

 

Para construir la “casa” del matrimonio, una casa en donde va a vivir una familia toda la vida, también hay un orden, orden que se respetaba socialmente hasta hace algunos años, y que expresaba el orden natural querido por Dios: noviazgo/ casamiento por Civil y por Iglesia/ convivencia/ hijos. En este tiempo, como tendencia general, la secuencia es más o menos la siguiente: noviazgo con algunos tiempos de convivencia/ convivencia/ hijos/civil/ casamiento por Iglesia en algunos casos. Y no es válido el argumento de “tener experiencia” antes de “casarse”, porque con la misma razón tendrían que vivir “en pareja” durante toda la vida, ¡porque toda la vida se hace experiencia!, y ni hablemos si aplicamos ese argumento al hecho de tener hijos o de educarlos.

 

Para los que tratamos de hacer la voluntad de Dios esto nos debería alcanzar;  pero dado que muchas personas de buena voluntad pueden confundir el camino por la fuerza de la moda reinante, queremos hacer notar un aspecto, de sentido común, que “altera el producto”: una casa que no está bien construida, cuando vengan las dificultades, se va a caer con más facilidad que la que fue bien construida.

 

El noviazgo es una etapa de elección -¡la elección más importante de la vida!-y es condición indispensable “ser libre” para hacer una buena elección. Se trata de “ver” si dos personas se aman, no se “supone” que se amen, eso es justamente lo que hay que “darse cuenta”. Y la manera de hacerlo es justamente siendo libre, de lo contrario - si se está “determinado”- solo se verá lo que se quiera ver y no la realidad. Por eso en el noviazgo no se deben “quemar barcas” porque de ese modo se “condiciona” la libertad de elección: una chica que “debutó” con su novio puede sentirse condicionada a casarse con ese chico a quien le entregó algo que era para entregar después de casarse, cuando estuviese “más segura” de que ese es el “hombre de su vida”; lo mismo puede suceder cuando el novio o la novia se hacen “necesarios” para vivir (especialmente en la adolescencia por las fuerza de los sentimientos propios de esa edad), porque la mejor manera de ser feliz con alguien es aprender a ser feliz solo, así la compañía es una cuestión de elección y no de necesidad.

 

Lo curioso es que cuando el noviazgo no se vive con libertad sino que “suponen” que se aman como una verdad indiscutible, esa etapa que no se vivió adecuadamente se termina “trasladando” al matrimonio, en donde se tienen que estar no solo “mostrando” sino “demostrando” que se aman. Resultado final: noviazgos que necesariamente se “re-aman”, matrimonios que tan libremente “se acabó el amor”, ¡el orden de los factores alteró el producto!

 

Estas reflexiones son para aquellos que están construyendo la “casa” con su noviazgo, para que lo hagan según el orden que Dios ha querido, como una casa sobre roca (cfr. Mateo 7, 24-27), y así construyan de tal manera que si no “funcionara” no hay que lamentar “victimas” porque todavía no vive nadie en esa casa. Para aquellos que ya construyeron la casa, más allá de cómo lo hicieron, deseamos que estas reflexiones les ayude a apuntalarla…                           

P. Héctor Albarracín

 

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