De sentido común: Como ovejas entre lobos...
Estas palabras las queremos dirigir especialmente a los que luchan por la vida. Cuando la lucha es larga, tan generalizada y por algo tan obvio, es importante luchar bien para hacer realmente bien y que nos haga bien.
1) Unidad: en un hospital todos deben “luchar” por los enfermos, unidos por el mismo fin pero en distintos oficios, no se unen por hacer “lo mismo” sino “por lo mismo”. En esta lucha por la vida cada uno tiene su modo propio según su vocación, edad, el lugar que ocupa en la sociedad y aunque haya “espacios comunes” para hacerlo no descuidar “lo propio”.
2) Caridad: el motor que nos tiene que mover a hacerlo es el amor “concreto” a Dios y al prójimo: el niño por nacer y su madre, también el que está equivocado o ideologizado para que se convierta porque hay que odiar el pecado y amar al pecador. El amor concreto al prójimo nos evita cualquier tipo de ideologización.
3) Mansedumbre: manso es justamente el que tiene conciencia de su fortaleza, y esta fortaleza se basa en la certeza de que tanto la naturaleza como su Autor son indestructibles. No defendemos la verdad porque sea débil en sí misma sino por los débiles e ingenuos que se pueden apartar de ella. No nos mueve el temor al hacerlo, no tememos que el Pastor caiga ante el lobo, sino que éste disperse las ovejas; no tememos por los nuevos mártires del aborto de nuestro tiempo, sino por una sociedad suicida!
4) Esperanza: esperamos en Dios que nunca defrauda, pero también esperamos poner “los medios” a nuestro alcance (especialmente la oración), ya que “el que te creó sin ti, no te salvará sin ti” (S. Agustín). Nuestro “éxito” consiste en ser fieles a nuestra misión, a la misteriosa voluntad de Dios que algunas veces “permite” el mal para un bien mayor; ¿podemos ser “más efectivos” que Dios?.
5) Alegría y paz: estos son fruto y los síntomas de un buen combate. El buen humor ayuda a no darle tanta entidad al mal. Que se pongan tristes los que hacen el mal a sabiendas. La alegría es compatible con el dolor pero no con la tristeza. El pecado engendra tristeza, la gracia alegría.
Fuimos enviados como “ovejas entre lobos”, no luchamos como lobos porque el Buen Pastor protege sólo a las ovejas…
P. Héctor Albarracín